Paso la semana santa, y este año paso sin pena ni gloria para mí y muchas personas que conozco, creo, en base a lo que vi en las ya súper saturadas redes sociales, que puedo afirmar con cierto orgullo, que no cuento entre mis amistades (entendiendo que a nivel redes sociales este término engloba, familia –Cercana y lejana-, viejas amistades, conocidos y colados) con esa clase de irresponsables que se vieron abarrotando las playas mexicanas y los aeropuertos de todos los destinos playeros del país.
Y bueno, tampoco es
que me importe mucho, si para mi cualquiera puede hacer de su vida un papalote,
aunque después cuando me entere de que tal o cual regreso de Acapulco con COVID
y tenga que poner cara de sorpresa y decir ¡“Psss, no mames, que mal pedo!” en
realidad, de algunos quizá al mismo tiempo que lo estoy diciendo pueda pensar; “Ándele,
por pendejo”.
Y es que, a mí, que salgo a trabajar todos los días y estoy
en contacto con todo tipo de personas completamente desconocidas y con quien sabe
que costumbres e ideas de la “sana distancia” e “higiene pandémica “tengan, me
cuesta trabajo pensar en salir de paseo o cuando mucho al súper por miedo a
pescar el maldito bicho, para luego ver a todos esos irresponsables asoleando
las lonjas en la playa, casi unos encima de otros me parece algo fuera de toda
lógica y pienso, “No, mis amigos no harían eso”. ¿Mis amigos?, ¿cuáles? ¿Los
que quiero con el corazón, pero no veo en años? ¿Los del trabajo? Esos de “si,
a ver si luego nos echamos una chela” y ese luego, para bien o para mal no
llega (tampoco que yo haga mucho por que llegue) ¿Los que me encuentro en redes
sociales y comparto un like por aquí y otro por allá? ¿Los que están cerca,
pero al mismo tiempo lejos por “cuestiones de la pandemia”?
No, no hay respuesta fácil a la pregunta, no se a estas
alturas si alguno de esos amigos lo haría, la pandemia nos ha cambiado, o
posiblemente solo me ha cambiado a mí y la forma en que los veo, la forma en
que los siento, a lo mejor le doy demasiada importancia al tema de la sana
distancia, a lo mejor tiene que ver con seguir las reglas, las que nos han
“impuesto” para seguir vivos.
Aun así, no deja de darme vueltas en la cabeza el tema del
sentimiento hacia los amigos, hace un año y pelos siento que me importaba más,
el golpe que significo dejar de verlos, de abrazarlos, de besarlos fue muy
fuerte, aunque al principio, como casi todos pensé que solo era un ratito “Ya,
un par de meses cuando mucho y nos vemos a cenar”, después se vino otro par de
meses y luego le siguió otro par más. Para entonces, tenía claro que las cosas
ya no eran como antes.
Hoy, antes de la tan aterradora “tercera ola” (no se a
ustedes, pero para mí, este es título de una peli de ciencia ficción) las cosas
parecen estar tomando una media normalidad, eso sí, solo en lo que a
restricciones se refiere, no así, al sentimiento. A mí, como que me está
gustando esto de no salir, ya no siento la imperiosa necesidad de reunirme con
alguien como lo sentía cuando recién empezaba esto y pienso en lo que hare cuando
seamos libres, seguramente si me reuniré con los amigos, los de siempre, porque
al final, algo que si aprendí en la pandemia es que no necesito hacer nuevos
amigos para pasar el tiempo.