Esta misma semana tuve un infortunado encuentro con quien
sabe quien pero aparentemente “importante” en la ciudad y no es que haya
hablado con el/ella en algún momento, vamos, ni siquiera lo/la vi, pero resulta
que al ir conduciendo mi carro por las calles del centro de esta ciudad me vi
obligado a frenar de manera súbita ante lo que en principio me pareció una más
de las infaltables fallas de conductores que ignorando las señales de alto en
las esquinas, (esas que definen las preferencias de circulación, y que son
elementos sin duda básicos e indispensables para el sano tránsito de vehículos
en cualquier ciudad del mundo) ponen en resiego a los demás conductores,
incluidos desafortunadamente quienes si respetamos esas señales.
Para mi sorpresa, una vez que avanzó sin frenar la camioneta
en que viajaba esa “celebridad”, le siguieron también cuatro automóviles más de
las mismas dimensiones que la primera, camionetones robustos y con vidrios
polarizados, todas en blanco a excepción de la primera que era de un color Gris
platinado. iban a toda marcha y sin mediar un espacio mayor a un metro entre
camioneta y camioneta, no quedándome otra más que esperar a que terminara la
procesión, para poder continuar mi camino.
Al dar la vuelta justo en la calle por la que paso el convoy,
me doy cuenta que las camionetas habían disminuido su velocidad, para justo en
la esquina siguiente al final de esa calle detenerse, obviamente sin orillarse
y ocupando toda la calle, obligándome una vez más a detenerme y presenciar el despliegue
de no menos de 10 tipos que salieron de las cuatro camionetas que seguían a la
camioneta gris, de la cual descendió justo en la puerta de una agencia de
velación una persona que de inmediato ingresó al local seguido de otros tres
hombres que supongo eran guardias que viajaban con el/ella.
Todo esto transcurrió en una calle que se encontraba repleta
de automóviles estacionados en ambos lados por lo que obviamente no había lugar
para que los guardias o como mejor se les conoce, los guaruras, pudieran estacionar
las camionetas por lo que nuevamente tuve que esperar junto con 4 o 5 autos más
atrás de mi a que se les antojara moverse para liberar el paso de autos por esa
calle.
La experiencia no pasa de ser una más de las muchas razones
por las que se pueden prolongar los traslados de un lugar a otro en esta o
cualquier ciudad del mundo, lo que no puedo dejar pasar es el que el respeto a
las leyes de tránsito, las normas cívicas de convivencia mínimas entre personas
no existan para ciertos individuos independientemente de su puesto si se trata
de servidores públicos o de sus fortunas, si se trata de empresarios. ¿Cuándo
pasaremos de ser una sociedad en la que a algunos se les permite todo mientras
el resto nos debemos aguantar y padecer esa permisibilidad? Vivimos en un mundo
donde “evolucionamos” a veces sin haber sido tomada en cuenta nuestra opinión, sin que se nos pregunte, a la inclusión,
a aceptar que, por género, raza, o físico no hay diferencias. Entonces ¿Qué
pasa? Porque siguen pasando esta clase
de abusos y nadie hace o dice nada para cambiarlos.
Entiendo el tema de la inseguridad y que haya personas tan
“importantes” que no puedan salir a la calle sin una comitiva de 20 tipos
armados hasta los dientes, ¿pero es esa seguridad motivo suficiente para
disponer del tiempo y el espacio de otras personas?
Ojalá, que lo que siga en la agenda evolutiva sea la
empatía, de otra forma, seremos muy modernos en lo que menos importa, pero
seguiremos en la edad de piedra como sociedad.