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sábado, 28 de mayo de 2011

Monterrey, la carne asada y los berridos

Ahhh Viernes a las 8:00 de la noche y todo Monterrey huele como si fuera un gran asador, para aquellos que amamos la carne comienzan los momentos mas sublimes del fin de semana, aquí el ritual comienza desde las compras, la carne, el carbón, las cebollitas, las salchichas, y por supuesto las infantables chelas.
Hasta aqui todo esta muy bien, el vecino de la casa de atrás, ya hizo su prueba de sonido y la selección musical es al parecer adecuada para el momento, ya comienza a salir el humo del carbón que esta agarrando fuego poco a poco y no pasa mucho tiempo antes de escuchar que ya hacen acto de presencia los primeros invitados a lo que promete ser una gran velada carnibora.
Sin embargo cual profeta del fin del mundo, hago el comentario a Rosa -suena bien la música, y créeme, no me importaría escuchar cualquier genero musical a un volumen generoso, siempre y cuando no les de por cantar- Nunca hubiera dicho eso, como si se tratara de una maldición, solo pasaron de las 9 de la noche cuando comenzaron los primeros berridos de una infortunada regia a la cual Dios no doto con la gracia de la entonación.
Contra mis deseos y a pesar de encomendar mis oídos a todos los santos, eso que escuchamos Rosa y yo era solo el principio. Ahhh maldito karaoke portátil, invento japones que hizo su primera aparición por allá del siglo pasado y que al principio solo estaba destinado a locales donde a demás de ir a tomar un trago, tenias la oportunidad de  dejar salir a ese cantante que todos llevamos dentro, sobre todo cuando llega a nuestras manos el mágico microfono atrás del cual escondemos las inhibiciones que podemos llevar en el mundo real, ese que se encontraba traspasando la puerta a la calle fuera de ese local.
Transcurría la noche y parecía que nadie quería darle un minuto de descanso al microfono, uno tras otro desfilaban los temas, clásicos y modernos, desde Jose Jose, pasando por el buki hasta llegar a los mas recientes éxitos de la Trevy, parecía que todos los invitados a la reunión no tenían otro propósito que el de hacer explotar las bocinas con gritos que hasta la llorona envidiaría.
Aquí es cuando por mi mente pasaban las razones por las que alguien querría llevar a sus reuniones semejante aparatejo y solo llegaba a una conclusión, todos los invitados se conocían demasiado, no tenían nada nuevo que contarse y sus vidas son solo la repetición aburrida de sucesos que a nadie puede interesar, entonces ¿que caso tendría hablar si se puede pasar la noche cantando o escuchando cantar?.
Aquí en Monterrey no hay fiesta o reunión que se precie de serlo que no cuente con el karaoke, si el anfitrión no tiene uno, invitara a alguien que si lo tenga con la condición de que lo lleve, aun y cuando ese alguien sea el mas odioso de la oficina o aquel al que nadie puede tragar en el club deportivo pero tiene ese algo que a todos los demás no tienen y que hará que su noche tenga sentido.
No se hace cuanto tiempo se implanto tan fuertemente esa moda entre los regios, fue, eso si, antes de que yo llegara, tampoco se quienes fueron los primeros en usarlos, si fueron los niños de algún archi millonario en San Pedro, o alguien de escasos recursos de Guadalupe, lo cierto es que hoy ese aparato no conoce barreras por la condición social, estará ahi cuando lo necesiten.
Son ya las 5 de la mañana y ya para esta hora,no hay inhibiciones, aquel que toma el micrófono, sea hombre o mujer profiere las palabras altisonantes que mejor caen para  la ocasión, o no, eso no parece importar, lo que importa es que todos se enteren, hasta los que no estábamos invitado a la fiesta, que Juan es un inútil, muy al estilo de Paquita la del barrio.
Y yo, como no he podido pegar el ojo mas que de manera intermitente durante la noche, me dedico a fantasear con formas de arruinar su fiesta y terminar con el martirio y la que mas me viene a la mente es con un cómplice que se encargue de mantener el auto encendido, acercarme a su entrada, bajar el interruptor y robarles los dos fusibles, para luego emprender la huida a toda velocidad sin darles oportunidad de reconocer que su atacante es su vecino de la casa de atrás.
Para mi fortuna son ya las 6 de la mañana y como si fueran vampiros, al salir el sol llega el silencio, parecería que hasta este momento de luminosidad se han dado cuenta de que ni ellas son Alejandra Guzman o Anahi y que por supuesto ninguno de ellos es Luis Miguel o Alejandro Fernandez y optan por retirarse a vivir sus vidas como siempre lo hacen y dejar dormir a los vecinos para los que lo único que hubiera justificado el martirio hubiera sido un buen trozo de arrachera.

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